lunes, 19 de noviembre de 2012

Poema a Pilar Abad

La guerrera protectora
de la tierra donde mora
el hijo del faro
desenvaina la espada
y la hierba es cortada
a cada tajo.

¿Quedan monstruos?, no.
¿Y árboles? Tampo-
co. Pues cayeron.
Una calva alrededor
del jardín en donde to-
dos a salvo quedaron.

La vegeta va y se queja,
la guerrera hace la guerra
a los de fuera,
y a la hierba, que se deja,
y no come la ternera.
Nada queda.

viernes, 16 de noviembre de 2012

El hombre que acariciaba a los gorditos

Un profesor del centro cultural no paraba de acariciarle los mofletes a un niño gordo; con fruición, como a un perro. Desde la otra punta del pasillo se veía que el chaval se sentía incómodo. Y el otro seguía, y venga, y dale. El pobre niño se excusó:
—Me tengo que ir porque mi madre...
—¡Pues corre! —le espoleó el profesor, con una sonrisa que de tan inconsciente era cruel.
El niño se lanzó a correr hasta la puerta a un metro y medio de distancia. Casi tropezándose con el aire. Sudando vergüenza indefensa.
Yo no le dije al profesor:
—¿Es que no se ha dado cuenta de que el niño estaba sintiéndose humillado? No vuelva a frotarle los mofletes así jamás, ¡jamás!
Si se lo hubiera dicho, encima el desagradable hubiera sido yo.

Reseña: “Pensamientos impuros” (Xurxo Borrazás)

Conocí el nombre de este autor durante una búsqueda de documentación para uno de mis cuentos. Necesitaba una lista de autores que coincidieran en las primeras tres letras del apellido con Borges. Entre otros anoté a Borrazás, sin pensar en que unos meses después encontraría una novedad suya.

Lo primero que me impactó es la cubierta. Una silueta femenina blanca sobre fondo verde rural. Pero lo primero que me impactó, de verdad, es que el original es en gallego. Qué exótico. Vergüenza me da haber leído cientos de novelas de lo anglosajón y no haber prestado atención a parte de la literatura patria, sólo por hablar distinto.
Se publicó en el 2002, pero esta traducción al castellano era del 2008 (y con un par de faltas de ortografía).

Empieza con una graciosa reflexión sobre termitas que vendrían desde el Más Allá para hacerle a Juan Ramón Jiménez el favor de hacer desaparecer sus imperfectas obras. Enseguida comienzan a meter baza los amigos y familiares del autor, o de su trasunto literario (pues todos nos “trasuntamos” pero pocos con éxito). Me sentía como con los libros de Hernán Casciari: esa habilidad para transformar lo cotidiano en una circunstancia mágica e irrepetible. Las (no tan “malas”) incursiones de Marta me recordaban a los escritos minimalistas de una colega. Como se dice en la ¿novela?, se le injerta un esqueje de peral al manzano y da peras, pero al árbol se le sigue llamando manzano.

Entre las breves piezas intercaladas hay que mencionar la del manuscrito hallado que habla de un maniquí utilizado como espantapájaros. ¡Claro, de aquí venía la ilustración de cubierta! No obstante, las historias de Xes o Pancho me calaron mucho más, debe ser por simpatía (“¿Por qué cojones tengo yo que contarle mi vida al primer sustituto con capacidad para citar nombres de fármacos y firmarlos de forma ilegible?”) o porque de verdad me pareció que le daban al narrador tantos dolores de cabeza como un antagonista.
A partir del segundo quinto del libro la estructura de intervenciones y reflexiones tiende a repetirse, sin que decaiga el interés. Al contrario, ¡los acabas queriendo como a amigos! Incluso quieres viajar a Galicia.

Gracias, Xurxiño. No sé si sonará mal, pero estoy deseando que se me olvide el libro para poder leerlo de nuevo.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Poema a Javier Fernández Jiménez (que cumple años hoy)

Un prolífico poeta
de cajón a reventar
decidió ir a publicar
al más próximo planeta.

Aprendió artes marcianas
y la métrica solar,
y en un Café Colonial
despertaba a la mañana.

Y con letras a su espalda
a los mil años llegó,
más de poco le sirvió
cuando vio aquella falda.

—¿Quién tú eres?, —preguntóla—,
¿cuál tu bello nombre es?
—Yo soy la madame Ciempiés,
y de siempre he estado sola.

—Arrebújate, morena,
que de esta no te escapas,
pues de todas las chulapas
tú eres la que está más buena.

De repente sus poemas
fueron todos asquerosos,
no llegaban a los posos
del café de la doncella.

Pero convirtiendo en musa,
"amusando" a la ciempiés,
escribió de tres en tres
versos nunca más basura.