La maldad no existe, sólo la posesión de voluntades por parte del ego.
Así como una bomba no es malvada siendo un objeto sin moral propia, una persona que es controlada por una idea o exaltación, no debería ser categorizada como mala, ya que está siendo poseída. Simplemente no sabe cómo dejar de ser así.
Y así como la bondad sería el calor, la maldad sería el frío. Recordemos que el frío sólo existe como ausencia de calor, no tiene esencia propia. En verano la Tierra está cerca del sol; en invierno lejos, por eso no hace tanto calor, no porque esté más cerca del espacio que en cualquier otro momento del año.
Un nazi (por ejemplo), aunque sea de consenso en prácticamente toda la sociedad una persona mala, en realidad no posee ninguna de esas dos acepciones al mismo tiempo. La maldad en un nazi es simple ignorancia, una peligrosa pero sencilla inconciencia. Y cuando está actuando como tal, no está siendo una persona, en el sentido de que no hay ninguna inteligencia real rigiendo sus actos: es como un rinoceronte sin cerebro, que se dejará guiar hasta donde sus ideas adquiridas (muchas veces tergiversadas por sus líderes para adecuarlas a sus propósitos) le lleven.
En el momento en que pensamos en un criminal como en un ser malvado, maligno, demoníaco, aun habiendo cometido el menor o el mayor de los delitos, estamos abandonando a esa persona. Son seres que no se las han podido apañar para ser buenos. Si hubiesen podido, no actuarían de ese modo. Es como si los metiésemos dentro de una casta, en la que nació y donde se supone que morirá. Justificando su actitud como mala, declinamos toda responsabilidad de curarlo para que la sociedad, y sobre todo esa persona, deje de sufrir.
Antes que encasillar, caigamos en la cuenta de que lo que más nos molesta en otros es precisamente lo que envidiaríamos poder hacer.
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