lunes, 29 de agosto de 2011

Sueño: El Ladrón del Bar

Una mañana, recién abría un bar, otros clientes y yo veíamos que alguien había entrado a robar por la noche. Todos supimos quién había sido: otro cliente que en su primerísima conversación preguntó, haciéndose el simpático, cuál era la contraseña de la alarma. Yo decía:
¡Qué tonto! ¡Mejor que hubiera entrado por la ventana del baño, que desde el patio hay un pasillo que da directo a la calle!

domingo, 28 de agosto de 2011

2 Sueños de Agosto

Salgo de marcha con el colega J. C., alias T., que en este sueño no tiene novia. Se liga a una pelirroja y a mí me toca la amiga morenita. Nos vamos los cuatro a un dormitorio reservado que hay en el bar, pero yo debo ir al baño. Allí, el malo de Osmosis Jones me dispara con una pistola automática. Me escondo bajo una mesa, pero aunque algunas balas me alcanzan los tobillos y pantorrillas, al final me doy cuenta de que estoy soñando y paso de él olímpicamente. Vuelvo a la cama, pero levanto la manta y los tres ya duermen. La morena ha acabado durmiendo
pegada a J., que está boca abajo. Agarro a la pelirroja y me la echo encima. A dormir.

A la mañana siguiente, reaparece por la puerta del bar el malo bailando como Michael Jackson. Yo me pongo a imitarlo y se le va todo el aura de amenaza.



Soy como una serpiente intangible; lo único de mí que existe empíricamente es mi boca, un cuadrado como el de las herramientas de borrar en los programas informáticos de editar imágenes rasterizadas. Pero la estela de vacío que voy dejando también forma parte de mí. Digamos que soy como una serpiente algorítmica, pero sólo el hueco que dejaría su interior. Un ser que existe porque come materia tangible a través del ventanuco poligonal de su extremo. Aunque ello sea mi boca, no es necesariamente mi cabeza. Mi visión está en la otra punta. Busca siempre dónde está la entrada al vacío, pero no es para evitar chocar ni nada parecido, sino para una razón que escapa a mi memoria de vigilia.

El escenario es un cubo laberíntico hecho de arbustos de jardín podados. No importa lo que hay fuera. La boca borradora sigue podando más pulidamente las superficies que ya hay en el cubo, que es tan grande como un chalet. Por dentro es como una urbanización de chalets sin casas ni asfalto, sólo pasillos delimitados por arbusto. La estela forma parte de mí, pero la serpiente de vacío también es lo externo a mí, o hablando de otro modo: lo más artificial es el entorno laberíntico en el que me encuentro haciendo pruebas, pero yo no sabía que la serpiente inmaterial era también yo hasta despertar. Tomaba el cuadrado engullidor como un misterio. Sin embargo, mientras he estado soñando, he comprendido su esncia mucho mejor que al tratar de racionalizarlo. Para explicarlo muy mundanamente, esperaba que el vacío de la estela llegase para que dejara de rodearme todo aquello que no forma parte de mi verdadero yo. Como una lengua de gato limpiando. Pero también sé que esto es una interpretación algo capciosa, mi sentimiento era más bien de excitación científica ante un juego o enigma.

Desperté con este tema en mi mente:

martes, 16 de agosto de 2011

SINOPSIS: Señales (M. Night Shyamalan)

Un sacerdote que ha perdido la fe sufre el vandalismo de unos inmigrantes ilegales del espacio exterior.

CINE JUDO

Recién vi el excelente documental "El Último Guión", sobre Buñuel. Es una pasada, sale Ian Gibson y todo. Reavivó mi antigua pasión por el cine. Llevo casi un año sin pensar en hacer cortometrajes, debido a: una deprimente época de desamor, un deprimente curso técnico, la soledad del deprimente agosto...

A decir verdad, tampoco me alejé tanto del arte, ya que gracias a que las clases diarias me quitaban todo el tiempo para pensar en proyectos audiovisuales, me vi obligado (o me permití, según como se mire) a centrarme en relatos breves, y demás manifestaciones literarias. Incluso comencé una obra teatral. Además, el abono transporte que pagaba mi padre para poder bajar a Madrid todos los días me concedió el privilegio de conocer en un par de eventos a la gente de LapizCero Ediciones. Unos meses ocupados, pero majísimos. Aunque suspendiera todas las materias, volvería a meterme en un curso para moverme.

Sin embargo, cuando al fin parecía que tendría tiempo para dibujar y lujuriear a gusto, voy y me rompo un metacarpo de la mano derecha. Justo había entrado en la plantilla del fanzine Ojo de Pez, y de la noche a la mañana me veo perdido en un desierto de posibilidades enterradas. Podrías decir: pues aún puedes escribir en un teclado con la izquierda. Cierto, realmente no me cuesta. Pero no me inspiro así, necesito ver el papel delante. Encender el ordenador como mucho para escuchar música y para pasar a limpio el manuscrito.

Aunque cuando me imagino a los 60 años me veo entre muchos libros (varios míos), siempre vuelvo al cine porque aún soy joven y percibo la literatura como una empresa demasiado solitaria. Hasta para mí. Realizar las películas que creo que deben existir me ayudará a encontrar "amiguitos para jugar". Al final todo se resume en eso. Entre los escritores también he encontrado fieles colegas, almas afines, pero igualmente me gusta dirigir y tomar decisiones.Aunque no pueda dibujar porque cuando termino los cursos me rompo la mano.Aunque cuando intente hacer esquemas de preproducción la biblioteca esté cerrada por no sé qué Asunción de María.

El cine que busco podría perfectamente llamarse Cine Judo. No importa el nombre, seguro que esta filosofía que expongo ya existe. Suelo ser bastante descreído con la industria y los métodos cinematográficos imperantes hoy en día. Hace años estaba en bachillerato artístico y vinieron unas personas de nosequé productora con un montón de cachivaches que no cabían por los pasillos del instituto. Bueno, exagero, me refiero a que la mitad de la clase estaba literalmente para sostener y guardar los aparatos mientras la otra mitad se estrenaba a ciegas con un guión escaletado hasta la exasperación. Que técnicamente no se dejó nada al azar, eso no se lo quito a los que vinieron. La parte en que todos debíamos callar un minuto para registrar el sonido ambiente del salón de actos fue preciosa. Supongo que soy un tipo muy auditivo.
["Stalker" de Andrei Tarkovski es lenta, pero una experiencia única, tanto como "2001"].





CINE JUDO




El Cine Judo evita los dogmas. Se grabaría como un documental, saltando encima de los obstáculos e integrándolos en la trama.

Unos ejemplos ilustrativos y marveleros:
* El increíble Hulk se lanza con furia asesina hacia Iron Man. Éste saca todo un arsenal de armas que se puede costear porque es multimillonario. Hay un gran estruendo de explosiones, pero de entre la humareda surge Hulk y derriba a Iron Man, que tiene que llamar a Máquina de Guerra para que le ayude. Finalmente vencen al coloso esmeralda después de dos números bimensuales y cuatro splash-pages. Así veo la industria mayoritaria del cine.
* Hulk se lanza contra la mutante Kitty Pride, que le basta con volverse intangible. El otro se da un coscorrón con lo de atrás. Fin. Así se puede alcanzar un cine más natural y auténtico.

Otro ejemplo mejor aún:
Una vez unos amigos y yo grabamos un corto medio improvisado. Era informal a más no poder. En una escena, dos personajes se reencontraban tras dos años sin verse. Apenas intercambiaron dos frases de alegría, cuando un camión empezó a tapar las voces con el pitido de la marcha atrás: PIII, PIII, PIIII. Más aún, retrocedió hasta colocarse en el mismo centro de nuestro encuadre. La toma no podía ser más fallida. Pero era una comedia, y en vez de repetir todo, nos alejamos un poco y añadimos un diálogo que integraba lo extracotidiano en la trama:
- Entonces, ¿hacemos el plan?
- No te he oído ni te he entendido nada de lo que has dicho, pero vale...
- ¡Estupendo! ¡Vamos a hacerlo!
Después de todo, meter originalmente un camión en el guión sólo hubiera traido gastos y preocupaciones. La Vida nos regaló una escena de humor absurdo y aceptamos su regalo.

En eso se basa este tipo de film-making. En aceptar la realidad en vez de luchar contra ella. En grabar el funeral lloviendo a cántaros en vez de quedarse con la medición lumínica de ayer.

Por supuesto, hay excepciones. Alguna vez querrás hacer un drama de época y tendrás que vestir a la peña de Jane Austen. Está lo de la continuidad. Tampoco es hacerlo todo a las bravas. Coherencia, por favor. Pero si un pastor alemán abandonado se te cuela en el patio, aprovecha y grábalo husmeando. Luego vete a una manifestación, aunque no sea antisistema, y graba a unos policías de forma que no se le vea la cara a ninguno. Llama a ese actor de doblaje en prácticas que vive en Bilbao y pídele un take del poli diciéndole cosas en off al chucho. ¡Ya tienes un perro policía! Dicho así suena increíblemente cutre, pero hagamos un presupuesto hipotético.

Perro amaestrado ------------------- X EUROS
Actores uniformados ------------------- Y EUROS
Cátering para todos ------------------- Z EUROS
TOTAL : UN PORRÓN DE PASTA

Hay ciertas oquedades legales y/o morales que conviene tener en cuenta. Mucha gente empieza grabando al perro abandonado y termina pegándole un tiro para grabarlo a slow motion, ya pensando en lo espectacular que quedará con el contraplano del malo. Vamos a ver. Tienes el privilegio de contar con la imagen de un animal, pero el perro no es tuyo. Piensa en él como en una vaca sagrada. Igual con los policías. No recuerdo por qué, pero grabarlos inadecuadamente puede traerte problemas. Hasta la fecha nunca me ha preocupado porque en mis historias jamás salen polis, pero en cualquiera de los casos, si puedes sacar un actor con porte y actitud policial y que vaya de paisano, tendrás algo mil veces más expresivo que un tipo cualquiera, por más detallista que sea su uniforme.

Este método de trabajo bebe mucho de la corriente "Film & Run", pero a mí no me gusta lo de pixelar rostros anónimos. Quizá por haber nacido en el siglo XX la pixelización me parece desconcertante. Siendo yo pequeño, las únicas personas que podías ver pixeladas eran los criminales y los anónimos que testificaban contra criminales. Pero tiempo después, veías también bebés (¡oh dios, ahora no lo reconoceré si me lo cruzo por la calle!) y demás menores. No niego el derecho de los padres a evitar que la imagen de sus hijos sea vendida por televisión y en revistas. Niego que quede bien en una obra de ficción, donde si se ve una cabeza a cuadraditos te sales automáticamente de la ensoñación.

Pienso que por no andarse con remilgos en la producción, las películas resultantes pueden ser censuradas o vapuleadas durante mucho tiempo. Pero lo que yo sinceramente pienso es que dentro de cien años no importará. Pienso en la posteridad, no como meta para ser famoso, sino como listón por el que medir la valía de un concepto. Una obra artística puede ser incomprensible y polémica durante un tiempo, pero durante el resto de la historia, una vez sea aceptada, tendrá valor. En cambio, obras aceptables ahora, mañana estarán anticuadas. Y lo anticuado lo es para siempre. Dentro de un siglo todos los derechos de autor de las obras actuales habrán revocado. Entonces no importará si la chica que cruza corriendo la pantalla durante dos segundos tenía diecisiete años y trescientos sesenta y cuatro días, o si uno más.
Por supuesto, si un padre te interrumpe el plano para pegarte una paliza por haber sacado en plano a su bebé de apuestas facciones, es que no prestas atención y te lo mereces.

La música.
Si puede conseguirse, yo elegiré temas originales. Pero hay veces en las que conoces el tema perfecto, y es uno que ya existe y que costaría un riñón usarlo. Siempre puedes distribuir el cortometraje totalmente gratis, o cobrar exclusivamente el soporte físico en el que entregues las copias. Si no, sería ilegal por vender una obra ajena. Además de una falta de respeto. Lo malo es lo único que podrías registrar en la Propiedad Intelectual sería poco más que el guión. Y quizá algún avispado podría aprovechar ese vacío legal usando tu metraje para otros productos. Tampoco puedes participar en concursos. La verdad, no suele salir muy a cuenta. Pero ¿quién sabe? En un futuro una distribuidora puede fijarse en uno de los cortos con los que empezaste, siguiendo esta filosofía, y pagar los derechos de ese temita (que para ellos no es tan costoso), y así poder incluirlo como extra en el DVD de tu primer largometraje.


Desde luego, si te quedas en ese bloqueo de no poder hacer cortos con una ambientación musical decente, tarde o temprano vas a abandonar. Sería una pena dejar morir tu talento por una industria "sólo de lectura" que dentro de cien años se verá como un lastre para el mundo cultural.

Y si no, puedes pasar la gorra. Un donativo para poder seguir produciendo no se puede confundir con piratería.

Sí, ya sé, cutre, cutre. Pero tengo la fuerza de la autenticidad.

La historia definitiva de por qué tengo el brazo así

Estaba tranquilito en mi casa y nadie me iba a sacar de ella.

Leí en internet que el precio del billete de Metro subía un 50% y me enfurecí tanto que me puse a darle puñetazos al aire. Un puñete salió volando 180º hasta la esquina que hacía mi armario detrás de mí.
¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!
¡Qué dolor! Espera, que en un momento se pasa... No, no se pasa, mejor me voy al médico de Villalba, que es el único que sigue abierto. Pero cuando termine "Crime of the Century". Los Supertramp son sagrados.

Sujetando mi palpitante brazo derecho con el izquierdo, esperé un buen rato en la parada del autobús. Por fin pasó uno, pero el 685 hace una vuelta muy tonta por Los Negrales y lo tomo sólo como último recurso. Cuando vi que el 681 no llegaba, me acordé de que era sábado. Pedí un hielo en un restaurante gallego mágico (porque antes ¡había un chino!) y tiré para el tren, en cuya cantina me dieron otro, enservilletado para no quemarme la piel.
Anocheció.

En el médico de Villalba tenía por delante de mí un bebé con fiebre y sus papás. Pero entraron desesperados un calvo que le dolía el cráneo por la columna, y una mujer que se había caído en la ducha cortándose bajo un ojo, y cuya frenética madre temía un derrame. Al tocarme entrar a mí y a la del bebé, cedí mi puesto a la del ojo, pero en la discusión el calvo aprovechó y se coló también. La madre del bebé, que usaba velo, lloraba ninguneada. Unos ancianos detrás de nosotros le dijeron:
Tranquila, no lo hacen por racismo, es que tal y cual...
Y yo:
Claro, porque tal y cual pascual...
Luego la médico finalmente confirmó mis temores. No era un inofensivo esguince. Parecía una fractura en toda ley. Nunca en toda mi vida me he acordado tanto de Valle-Inclán. Me aconsejaron ir al hospital Puerta de Hierro. Al salir, el marido de la del ojo me dijo: Gracias. Gracias por las gracias, pensé mientras, ahora consciente de mi dolencia, llevaba el brazo como un zombie.

Subí por trazados paralelos a la Calle Real, esquinas oscuras, empinadas y en obras que no había cruzado jamás. Tenía un mucho de aventura excitante, pero un poso de "y yo que estaba tan a gustitoooo". Abordé el último 685. Si lo llego a saber cojo aquel primero a las 21, pero de todas formas como nunca había ido, no sabía ni dónde bajarme. Y los hombres no preguntamos por lugares. El conductor de dicho bus dijo que hasta Majadahonda no llegaba.
- ¿Y yo cómo voy al hospital? -eso sí lo preguntamos.
- Como no te bajes a Madrid, y a partir de ahí...

Tomé un 684 directo a Moncloa. El conductor me pidió al entrar que metiera el abono en una maquinita que sirve para que no tengan que fijarse en si cada billete es verdadero o no.
- Sólo puedo usar una mano.
- Ah, vale, perdona.
Mientras bajábamos por la N-6, miraba mi querida mano diestra en una pose poco favorecedora. La ponía medio torcida para no sentir una extraña angustia física fría y localizada. ¡Aguanta, cariño! ¡Te vas a curar!

Recordaba de hace años un hospital justo al lado del intercambiador de autobuses, de cuando estuvo mi abuela ingresada y jugaba a perderme en los ascensores. Las puertas diurnas estaban cerradas. No sé si di la vuelta por donde no era, pero el acceso a Urgencias se parecía al callejón donde mataron a los padres de Bruce Wayne. Una vez me aseguré de que no me asaltarían (me refiero a que pagaría la Seguridad Social), me senté en la sala de espera. Saqué mi libreta de ideas y, malamente con la mano izquierda, empecé a anotar todo lo que me había ocurrido. De hecho, también estoy usando exclusivamente la siniestra para teclear esto. Cansa, pero cuando le coges el truco no es complicado.
Me pusieron una pulserilla con mi nombre, mi nacimiento, y un código de barras. Qué agorero. Una primeriza (por su trato nervioso, no por su conocimiento de la materia) me martirizó apretando para comprobar si hacía falta una radiografía. Le pedí un vaso de agua y de vuelta a la sala de espera.
Luego una enfermera muy kawai de ojos café con leche, gafitas ovaladas, y unos arreglos en el pelo a medio camino entre coletas y moñitos, me sentó con la mano bajo las placas. Me tuvo que pegar el pulgar y el índice con un cacho celo para mantener la pose. También me puso un mantón de plomo sobre el regazo. Le pregunté:
- Esto es para que no traspase la radiación, ¿no?
- Sí, para que puedas tener nenes. ^^
Lo más coherente que pude llegar a responder a ese comentario tan encantador fue:
- Mira, si lees esa marca al revés, dice Tira Más...
Menos mal que la mayoría de las enfermeras no son así, porque si no andaría todas las semanas rompiéndome cosas.
Sala de espera. Me fijo en que mi cuadrante se ve con colores cálidos y dorados, mientras que el del fondo se ve verdoso. Estudio los tipos de fluorescentes. Los de allá son distintos, en clase y en distribución de la refracción lumínica. Es que ya me aburría un poco.
La traumatóloga González confirma que es una pequeña fractura sin desviación espiral, o algo así, y me dejo inmovilizar con una férula. Enfermeras rondan como hadas ayudando con las vendas. Aay, ay, cómo se queja.

De la vuelta casi no me acuerdo, pero fue un viaje largo. Para mi bus debía esperar casi una hora, así que tomé el nocturno a Villalba de las 2 de la madrugada, y desde ahí andando. Brazo en alto. Cuando por fin entré de nuevo en mi cuarto, no me lo creía.

¡Y yo que juraba que nadie me haría salir de casa!