martes, 21 de octubre de 2008

La Amenaza del Terrible Matasellos

por Víctor Pintado.

LA AMENAZA DEL TERRIBLE MATASELLOS

Llamaron a la puerta del famoso detective Len Guasecando. Abrió, y se encontró con un sello de un céntimo, bastante arrugado, que le imploraba ayuda:
- ¡Oh, señor Guasecando! ¡Usted es nuestra última esperanza!
- ¿Qué ha sucedido, pequeño? - respondió preocupado el investigador.
-En la oficina de Correos hay alguien que está asesinando a todos los sellos que ve pegados en cartas. Yo pude escapar gracias a la humedad de la lluvia de hoy, que me despegó a tiempo del sobre...
-Sin duda, se trata del malvado Matasellos.
-Debe salvarnos, señor Guasec... cof, cof, cof...
-Descansa en paz, pequeño, no te esfuerces. Ahora... ha llegado mi turno.
Y con estas palabras reconfortantes, el sellito sonrió, y murió.

Nuestro arrojado héroe se dirigió decididamente rumbo al ascensor del ático donde vivía, pero ¡el ascensor estaba estropeado! Recogiendo valor, bajó a pie un interminable escalón tras otro, a través de infinitos rellanos, hasta que finalmente, logró la portentosa hazaña de entrar en la oficina de Correos, que estaba en el portal de al lado, saliendo a la izquierda.

Dentro no había nadie. Un matojo seco cruzó la estancia. Y de repente apareció una inmensa humareda, que cegó temporalmente a nuestro héroe.
-¿Eh? ¿Qué es esto?
-¡Es tu fin, Len!
-¿Quién habla?
Una silueta en forma de tampón de caucho se empezó a distinguir. Era el Matasellos.
-¿Pensabas que ibas a sorprenderme de buenas a primeras y detenerme? ¡Pues no! ¡Has llegado tarde, Guasecando!
-¡Maldita sea! - dijo Len con rabia - ¡Precisamente hoy tenía que estropearse el ascensor!
-Pero no te preocupes. He reservado una agradable sorpresa para ti. ¿Te suena este sello?
El Matasellos dio un paso a un lado (si es que un tampón puede hacer eso) para descubrir tras él un sello de un céntimo, idéntico al que acababa de morir en la puerta de su casa.
-¡No! ¡Sellito! - Len estaba empezando a ponerse nervioso. - Malvado bribón, ¿has secuestrado su cadáver?
- A pesar de ser mi archienemigo, eres... un poco cegatón. Éste sello sólo está inconsciente. Y si se parece, es porque se trata del hermano gemelo del que conociste.
-¡No!
-¡Sí!
-¡No!
-¡Que sí hombre, que sí! ¡Yo mismo lo secuestré cuando me di cuenta de que su hermano había huido!
-Canalla malandrín... ¿qué piensas hacer con él?

En ese momento, el sello se despertó, con muestras evidentes de desorientación. El Matasellos respondió regocijándose en su sadismo:
- A éste lo he guardado para que veas cómo lo mato delante de tus ojos.
Len saltó rápidamente para evitar este crimen, pero como saltó en cámara lenta para hacerse el héroe, alcanzó al Matasellos media hora después de que éste hubiese acabado con su última víctima. Pero ahora le tenía entre sus manos:
- ¡No volverás a matar ningún sello, Matasellos!
- ¿Y qué harás para impedirlo?
- Esto: - y como por muy parlante que fuera, su enemigo era poco más que un tampón de caucho, no tuvo más que llevárselo hasta el ático donde vivía, abrir un ventanuco y tirarlo a la calle desde el quinto.
-¡Volveréeeee! - fueron sus últimas palabras, antes de estrellarse contra la acera, ser pisado por la gorda del tercero y ser aplastado por la rueda de un Mercedes que se subió a la acera porque no encontraba aparcamiento.
El estampador fue estampado.

Len Guasecando abrió una botella de ginebra y llenó dos vasos: uno para bebérselo él, y otro para bebérselo también, pero a la salud de su amigo el sellito. Luego se acordó de que también habían matado al hermano gemelo, y colmó otro vaso por él.

A la mañana siguiente, llamaron a la puerta. Resacoso hasta decir basta, el detective fue a abrir la puerta, y se encontró con el cartero, amigo de la mili.
-Toma, tienes una carta.
"Fírmame aquí."
"Espera, que te ayudo a escribir."
"Adiós."
Le cerró la puerta en las narices. Y no le dio propina. Abrió con desgana la carta: contenía unas pequeñas maletitas.
-Pero, ¿qué es esto?
Entonces el sello de 45 céntimos que traía el sobre empezó a reírse:
-¡Sorpresa! ¡Primo Len, dichosos los ojos!
-¿Qué haces aquí? Pensé que os dije que mientras asumiese este disfraz de humano, nadie podía vernos juntos.
-Ya, pero mi mujer me ha echado de casa. Vengo a quedarme contigo una temporadita... digamos 8 años, hasta que la parienta se tranquilice...
No dio tiempo que la señora Sello se tranquilizase. Al día siguiente, recibió en su domicilio una carta, que extrañamente no tenía matasellos oficial, sino uno muy raro, como hecho a mano con un bolígrafo. La carta decía:

"Querida Sella,
Soy Guasecando, el primo de tu marido. Hace un rato ha venido el pesado de tu marido y me ha dicho que lo sentía mucho, que quería pedirte perdón por lo que fuera que te hubiera hecho. El caso es que ya no podrá pedirte perdón, porque desgraciadamente murió hace unos instantes: es el sello que ha acompañado esta triste misiva.
En fin, quería comunicarte que tu marido ha muerto.
Espero que nos veamos para la boda de la Ricarda, que hace mucho que no nos vemos.
Atentamente, Len."


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