Hace unos días, desde la ventanilla de un coche, vi más allá de una rotonda unas prostitutas rodeando una pequeña hoguera.
Esta imagen ha vuelto a mí cuando veía por TV la cremá de Valencia, que marca el final de las Fallas. El fuego devoraba los ninots de la plaza del ayuntamiento, y de repente imaginé a varias putas gigantescas, negras como las que ví, invisibles en la negrura de la noche, observando la ciudad desde arriba, y rodeando silenciosas las multitudes que la misma noche anterior habían estado ofrendando flores a la Virgen, casi tan gigante como ellas.
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