Un sueño que empieza en perspectiva de cámara.
Llegaba el chico más orgulloso del mundo, y señalándome con el dedo, se reía del esguince de mi pie. Yo me enfadaba y le daba una patada a su mano, que salia despedida hacia arriba, de forma que se abria y quedaba agarrada a mi cuello.
Y así estábamos, él riendo mientras me tenía atrapado por la garganta, y yo inmóvil: mis ojos se encendieron con un vivo color rojo. Me convertía en una irracional máquina de matar.
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