sábado, 28 de abril de 2012

Hammurabi

Ayer tenía un enjambre de pelo en la cara. Me afeité la parte de las mejillas y el cuello, quedándome, más resaltada que antes, una barba que asustaría a Darwin. Con las tijeras chicas, recorté algunos pelos de más a cada lado. Ahora mi barba era tan puntiaguda que parecía el demonio. Seguí perfilando, más de lo justo. Ya no tenía remedio, tuve que afeitarme entero.


Hoy mientras leía un artículo sesudo, mi mano se alzó como reflejo hacia la punta de mi barba. Tampoco pude morderme los bigotes.

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