A decir verdad, tampoco me alejé tanto del arte, ya que gracias a que las clases diarias me quitaban todo el tiempo para pensar en proyectos audiovisuales, me vi obligado (o me permití, según como se mire) a centrarme en relatos breves, y demás manifestaciones literarias. Incluso comencé una obra teatral. Además, el abono transporte que pagaba mi padre para poder bajar a Madrid todos los días me concedió el privilegio de conocer en un par de eventos a la gente de LapizCero Ediciones. Unos meses ocupados, pero majísimos. Aunque suspendiera todas las materias, volvería a meterme en un curso para moverme.
Sin embargo, cuando al fin parecía que tendría tiempo para dibujar y lujuriear a gusto, voy y me rompo un metacarpo de la mano derecha. Justo había entrado en la plantilla del fanzine Ojo de Pez, y de la noche a la mañana me veo perdido en un desierto de posibilidades enterradas. Podrías decir: pues aún puedes escribir en un teclado con la izquierda. Cierto, realmente no me cuesta. Pero no me inspiro así, necesito ver el papel delante. Encender el ordenador como mucho para escuchar música y para pasar a limpio el manuscrito.
Aunque cuando me imagino a los 60 años me veo entre muchos libros (varios míos), siempre vuelvo al cine porque aún soy joven y percibo la literatura como una empresa demasiado solitaria. Hasta para mí. Realizar las películas que creo que deben existir me ayudará a encontrar "amiguitos para jugar". Al final todo se resume en eso. Entre los escritores también he encontrado fieles colegas, almas afines, pero igualmente me gusta dirigir y tomar decisiones.Aunque no pueda dibujar porque cuando termino los cursos me rompo la mano.Aunque cuando intente hacer esquemas de preproducción la biblioteca esté cerrada por no sé qué Asunción de María.
El cine que busco podría perfectamente llamarse Cine Judo. No importa el nombre, seguro que esta filosofía que expongo ya existe. Suelo ser bastante descreído con la industria y los métodos cinematográficos imperantes hoy en día. Hace años estaba en bachillerato artístico y vinieron unas personas de nosequé productora con un montón de cachivaches que no cabían por los pasillos del instituto. Bueno, exagero, me refiero a que la mitad de la clase estaba literalmente para sostener y guardar los aparatos mientras la otra mitad se estrenaba a ciegas con un guión escaletado hasta la exasperación. Que técnicamente no se dejó nada al azar, eso no se lo quito a los que vinieron. La parte en que todos debíamos callar un minuto para registrar el sonido ambiente del salón de actos fue preciosa. Supongo que soy un tipo muy auditivo.
["Stalker" de Andrei Tarkovski es lenta, pero una experiencia única, tanto como "2001"].
CINE JUDO
El Cine Judo evita los dogmas. Se grabaría como un documental, saltando encima de los obstáculos e integrándolos en la trama.
Unos ejemplos ilustrativos y marveleros:
* El increíble Hulk se lanza con furia asesina hacia Iron Man. Éste saca todo un arsenal de armas que se puede costear porque es multimillonario. Hay un gran estruendo de explosiones, pero de entre la humareda surge Hulk y derriba a Iron Man, que tiene que llamar a Máquina de Guerra para que le ayude. Finalmente vencen al coloso esmeralda después de dos números bimensuales y cuatro splash-pages. Así veo la industria mayoritaria del cine.
* Hulk se lanza contra la mutante Kitty Pride, que le basta con volverse intangible. El otro se da un coscorrón con lo de atrás. Fin. Así se puede alcanzar un cine más natural y auténtico.
Otro ejemplo mejor aún:
Una vez unos amigos y yo grabamos un corto medio improvisado. Era informal a más no poder. En una escena, dos personajes se reencontraban tras dos años sin verse. Apenas intercambiaron dos frases de alegría, cuando un camión empezó a tapar las voces con el pitido de la marcha atrás: PIII, PIII, PIIII. Más aún, retrocedió hasta colocarse en el mismo centro de nuestro encuadre. La toma no podía ser más fallida. Pero era una comedia, y en vez de repetir todo, nos alejamos un poco y añadimos un diálogo que integraba lo extracotidiano en la trama:
- Entonces, ¿hacemos el plan?
- No te he oído ni te he entendido nada de lo que has dicho, pero vale...
- ¡Estupendo! ¡Vamos a hacerlo!
Después de todo, meter originalmente un camión en el guión sólo hubiera traido gastos y preocupaciones. La Vida nos regaló una escena de humor absurdo y aceptamos su regalo.
En eso se basa este tipo de film-making. En aceptar la realidad en vez de luchar contra ella. En grabar el funeral lloviendo a cántaros en vez de quedarse con la medición lumínica de ayer.
Por supuesto, hay excepciones. Alguna vez querrás hacer un drama de época y tendrás que vestir a la peña de Jane Austen. Está lo de la continuidad. Tampoco es hacerlo todo a las bravas. Coherencia, por favor. Pero si un pastor alemán abandonado se te cuela en el patio, aprovecha y grábalo husmeando. Luego vete a una manifestación, aunque no sea antisistema, y graba a unos policías de forma que no se le vea la cara a ninguno. Llama a ese actor de doblaje en prácticas que vive en Bilbao y pídele un take del poli diciéndole cosas en off al chucho. ¡Ya tienes un perro policía! Dicho así suena increíblemente cutre, pero hagamos un presupuesto hipotético.
Perro amaestrado ------------------- X EUROS
Actores uniformados ------------------- Y EUROS
Cátering para todos ------------------- Z EUROS
TOTAL : UN PORRÓN DE PASTA
Hay ciertas oquedades legales y/o morales que conviene tener en cuenta. Mucha gente empieza grabando al perro abandonado y termina pegándole un tiro para grabarlo a slow motion, ya pensando en lo espectacular que quedará con el contraplano del malo. Vamos a ver. Tienes el privilegio de contar con la imagen de un animal, pero el perro no es tuyo. Piensa en él como en una vaca sagrada. Igual con los policías. No recuerdo por qué, pero grabarlos inadecuadamente puede traerte problemas. Hasta la fecha nunca me ha preocupado porque en mis historias jamás salen polis, pero en cualquiera de los casos, si puedes sacar un actor con porte y actitud policial y que vaya de paisano, tendrás algo mil veces más expresivo que un tipo cualquiera, por más detallista que sea su uniforme.
Este método de trabajo bebe mucho de la corriente "Film & Run", pero a mí no me gusta lo de pixelar rostros anónimos. Quizá por haber nacido en el siglo XX la pixelización me parece desconcertante. Siendo yo pequeño, las únicas personas que podías ver pixeladas eran los criminales y los anónimos que testificaban contra criminales. Pero tiempo después, veías también bebés (¡oh dios, ahora no lo reconoceré si me lo cruzo por la calle!) y demás menores. No niego el derecho de los padres a evitar que la imagen de sus hijos sea vendida por televisión y en revistas. Niego que quede bien en una obra de ficción, donde si se ve una cabeza a cuadraditos te sales automáticamente de la ensoñación.
Pienso que por no andarse con remilgos en la producción, las películas resultantes pueden ser censuradas o vapuleadas durante mucho tiempo. Pero lo que yo sinceramente pienso es que dentro de cien años no importará. Pienso en la posteridad, no como meta para ser famoso, sino como listón por el que medir la valía de un concepto. Una obra artística puede ser incomprensible y polémica durante un tiempo, pero durante el resto de la historia, una vez sea aceptada, tendrá valor. En cambio, obras aceptables ahora, mañana estarán anticuadas. Y lo anticuado lo es para siempre. Dentro de un siglo todos los derechos de autor de las obras actuales habrán revocado. Entonces no importará si la chica que cruza corriendo la pantalla durante dos segundos tenía diecisiete años y trescientos sesenta y cuatro días, o si uno más.
Por supuesto, si un padre te interrumpe el plano para pegarte una paliza por haber sacado en plano a su bebé de apuestas facciones, es que no prestas atención y te lo mereces.
La música.
Si puede conseguirse, yo elegiré temas originales. Pero hay veces en las que conoces el tema perfecto, y es uno que ya existe y que costaría un riñón usarlo. Siempre puedes distribuir el cortometraje totalmente gratis, o cobrar exclusivamente el soporte físico en el que entregues las copias. Si no, sería ilegal por vender una obra ajena. Además de una falta de respeto. Lo malo es lo único que podrías registrar en la Propiedad Intelectual sería poco más que el guión. Y quizá algún avispado podría aprovechar ese vacío legal usando tu metraje para otros productos. Tampoco puedes participar en concursos. La verdad, no suele salir muy a cuenta. Pero ¿quién sabe? En un futuro una distribuidora puede fijarse en uno de los cortos con los que empezaste, siguiendo esta filosofía, y pagar los derechos de ese temita (que para ellos no es tan costoso), y así poder incluirlo como extra en el DVD de tu primer largometraje.
Unos ejemplos ilustrativos y marveleros:
* El increíble Hulk se lanza con furia asesina hacia Iron Man. Éste saca todo un arsenal de armas que se puede costear porque es multimillonario. Hay un gran estruendo de explosiones, pero de entre la humareda surge Hulk y derriba a Iron Man, que tiene que llamar a Máquina de Guerra para que le ayude. Finalmente vencen al coloso esmeralda después de dos números bimensuales y cuatro splash-pages. Así veo la industria mayoritaria del cine.
* Hulk se lanza contra la mutante Kitty Pride, que le basta con volverse intangible. El otro se da un coscorrón con lo de atrás. Fin. Así se puede alcanzar un cine más natural y auténtico.
Otro ejemplo mejor aún:
Una vez unos amigos y yo grabamos un corto medio improvisado. Era informal a más no poder. En una escena, dos personajes se reencontraban tras dos años sin verse. Apenas intercambiaron dos frases de alegría, cuando un camión empezó a tapar las voces con el pitido de la marcha atrás: PIII, PIII, PIIII. Más aún, retrocedió hasta colocarse en el mismo centro de nuestro encuadre. La toma no podía ser más fallida. Pero era una comedia, y en vez de repetir todo, nos alejamos un poco y añadimos un diálogo que integraba lo extracotidiano en la trama:
- Entonces, ¿hacemos el plan?
- No te he oído ni te he entendido nada de lo que has dicho, pero vale...
- ¡Estupendo! ¡Vamos a hacerlo!
Después de todo, meter originalmente un camión en el guión sólo hubiera traido gastos y preocupaciones. La Vida nos regaló una escena de humor absurdo y aceptamos su regalo.
En eso se basa este tipo de film-making. En aceptar la realidad en vez de luchar contra ella. En grabar el funeral lloviendo a cántaros en vez de quedarse con la medición lumínica de ayer.
Por supuesto, hay excepciones. Alguna vez querrás hacer un drama de época y tendrás que vestir a la peña de Jane Austen. Está lo de la continuidad. Tampoco es hacerlo todo a las bravas. Coherencia, por favor. Pero si un pastor alemán abandonado se te cuela en el patio, aprovecha y grábalo husmeando. Luego vete a una manifestación, aunque no sea antisistema, y graba a unos policías de forma que no se le vea la cara a ninguno. Llama a ese actor de doblaje en prácticas que vive en Bilbao y pídele un take del poli diciéndole cosas en off al chucho. ¡Ya tienes un perro policía! Dicho así suena increíblemente cutre, pero hagamos un presupuesto hipotético.
Perro amaestrado ------------------- X EUROS
Actores uniformados ------------------- Y EUROS
Cátering para todos ------------------- Z EUROS
TOTAL : UN PORRÓN DE PASTA
Hay ciertas oquedades legales y/o morales que conviene tener en cuenta. Mucha gente empieza grabando al perro abandonado y termina pegándole un tiro para grabarlo a slow motion, ya pensando en lo espectacular que quedará con el contraplano del malo. Vamos a ver. Tienes el privilegio de contar con la imagen de un animal, pero el perro no es tuyo. Piensa en él como en una vaca sagrada. Igual con los policías. No recuerdo por qué, pero grabarlos inadecuadamente puede traerte problemas. Hasta la fecha nunca me ha preocupado porque en mis historias jamás salen polis, pero en cualquiera de los casos, si puedes sacar un actor con porte y actitud policial y que vaya de paisano, tendrás algo mil veces más expresivo que un tipo cualquiera, por más detallista que sea su uniforme.
Este método de trabajo bebe mucho de la corriente "Film & Run", pero a mí no me gusta lo de pixelar rostros anónimos. Quizá por haber nacido en el siglo XX la pixelización me parece desconcertante. Siendo yo pequeño, las únicas personas que podías ver pixeladas eran los criminales y los anónimos que testificaban contra criminales. Pero tiempo después, veías también bebés (¡oh dios, ahora no lo reconoceré si me lo cruzo por la calle!) y demás menores. No niego el derecho de los padres a evitar que la imagen de sus hijos sea vendida por televisión y en revistas. Niego que quede bien en una obra de ficción, donde si se ve una cabeza a cuadraditos te sales automáticamente de la ensoñación.
Pienso que por no andarse con remilgos en la producción, las películas resultantes pueden ser censuradas o vapuleadas durante mucho tiempo. Pero lo que yo sinceramente pienso es que dentro de cien años no importará. Pienso en la posteridad, no como meta para ser famoso, sino como listón por el que medir la valía de un concepto. Una obra artística puede ser incomprensible y polémica durante un tiempo, pero durante el resto de la historia, una vez sea aceptada, tendrá valor. En cambio, obras aceptables ahora, mañana estarán anticuadas. Y lo anticuado lo es para siempre. Dentro de un siglo todos los derechos de autor de las obras actuales habrán revocado. Entonces no importará si la chica que cruza corriendo la pantalla durante dos segundos tenía diecisiete años y trescientos sesenta y cuatro días, o si uno más.
Por supuesto, si un padre te interrumpe el plano para pegarte una paliza por haber sacado en plano a su bebé de apuestas facciones, es que no prestas atención y te lo mereces.
La música.
Si puede conseguirse, yo elegiré temas originales. Pero hay veces en las que conoces el tema perfecto, y es uno que ya existe y que costaría un riñón usarlo. Siempre puedes distribuir el cortometraje totalmente gratis, o cobrar exclusivamente el soporte físico en el que entregues las copias. Si no, sería ilegal por vender una obra ajena. Además de una falta de respeto. Lo malo es lo único que podrías registrar en la Propiedad Intelectual sería poco más que el guión. Y quizá algún avispado podría aprovechar ese vacío legal usando tu metraje para otros productos. Tampoco puedes participar en concursos. La verdad, no suele salir muy a cuenta. Pero ¿quién sabe? En un futuro una distribuidora puede fijarse en uno de los cortos con los que empezaste, siguiendo esta filosofía, y pagar los derechos de ese temita (que para ellos no es tan costoso), y así poder incluirlo como extra en el DVD de tu primer largometraje.
Desde luego, si te quedas en ese bloqueo de no poder hacer cortos con una ambientación musical decente, tarde o temprano vas a abandonar. Sería una pena dejar morir tu talento por una industria "sólo de lectura" que dentro de cien años se verá como un lastre para el mundo cultural.
Y si no, puedes pasar la gorra. Un donativo para poder seguir produciendo no se puede confundir con piratería.
Sí, ya sé, cutre, cutre. Pero tengo la fuerza de la autenticidad.
Y si no, puedes pasar la gorra. Un donativo para poder seguir produciendo no se puede confundir con piratería.
Sí, ya sé, cutre, cutre. Pero tengo la fuerza de la autenticidad.
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