Es como una miniserie de televisión de las que estrenan a la vez en todo el mundo, y que a cada capítulo hay más barbarie y degeneración que el anterior. El inicio presenta a dos personajes muy interesantes, Luis y Amelia, cuya larga travesía apocalíptica les hace pasar por un Madrid devastado. Nunca el Museo del Prado recibió tan pocas visitas. Todo se vuelve sangrientamente espectacular, pero para mi gusto, a partir de la historia de Nate y sus pasatiempos de evasión, ya es como... sí, vale, entiendo, es un infierno, te creo. Así que por mucho que me interesaran al principio los personajes de Fox y la tía de "curvas delicadas y pechos generosamente grandes" que va con el negro alto y musculoso, tanto
fanservice pudo conmigo y dejé el libro. Tiene puntos buenos (las velas anónimas, el lobo del desierto, los conos derretidos), pero en general transmite tanta energía negativa que bajé del tren de la bruja en la página 131 de 211. Me reservo el final para otra ocasión en la que sí que me apetezca filete crudo.
No obstante, Amelia se merece una ilustración para ella solita. ¡Tres hurras por esta joya de personaje!
2 comentarios:
Gracias por tu reseña Victor. El libro en sí es todo dureza y destrucción y la nota de esperanza la pone Amelia, que como veo te ha gustado mucho. Espero que le des una oportunidad al final de la novela.
¿Te importa si pongo la ilustración de Amelia en mi blog? Me ha encantado, un saludo.
Faltaría más, si para eso está, pon la ilustración donde sea.
Otro saludo.
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