viernes, 26 de octubre de 2012

Marco y el retardante dramático

Me dio por ver "Marco, de los Apeninos a los Andes". No sé hasta donde llegaré, pero nada más en el primer capítulo ya hay un recurso narrativo de los gordos.
Lo llamo el retardante dramático.

Marco está enfadado con el mundo porque no le dijeron que su madre se iba a la Argentina. No quiere mostrar emociones, se cierra. Está con su familia en el puerto y de fondo suenan unos músicos genoveses. Su madre le pide una sonrisa. Nada. Su cara permanece rígida. De hecho, su perfil casi no cambia de fotograma, se mueve todo menos él. Pasan varios segundos, Marco se queda solo, atrás. Zoom lento. La música enmudece, sólo se perciben ruidos portuarios. El mismo perfil durante varios segundos.

De repente (cambio de plano a frontal semipicado), alza la cabeza con los ojos acuosos; atraviesa el gentío, y llora mientras se despide de su mamá y se va cayendo en todos los socavones del puerto.

Sin esa emoción ¡tan contenida! previa al zarpar del barco, la escena hubiera resultado una más del montón, la típica escena sensiblera. Hubiera parecido la recreación en la película conmemorativa de 1999. Pero al contenerse, agarra al espectador y retiene sus emociones, las comprime, haciendo que quieran estallar. Al primer MAMÁAA, el trabajo está hecho.




Las próximas dos entradas serán sobre el capítulo 4: "Marco contra Chicho Terremoto" (al menos por la voz), y "Amedio y la niña moñosa que le mira y dos horas después se pone a llorar porque se da cuenta de que un mico le está agarrando la mano".

No, es broma... Sólo tarda dos segundos.

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