domingo, 28 de octubre de 2012

El Celestino (Sátira sobre Fernando de Rojas y los versos acrósticos)

El autor dedica esta breve pieza a todos aquellos que fueron obligados a leer La Celestina sin ganas.



                Varias veces nos han
                Importunado
                Con versos
                Tontos que
                Obviamente
                Representan
                Por sus
                Iniciales el
                Nombre del autor,
                Tímido,
                Astuto, o
                Directamente
                Obtuso.


ARGUMENTO DEL PRIMER ACTO DE ESTA SÁTIRA
                En la España del año 1499, Fernando de Rojas se reune con su editor.

                FERNANDO DE ROJAS.— ¿Se acuerda de aquella obra que le pedí que publicara como anónima?
                EDITOR.— ¿Cómo no? ¡La “Comedia de Calisto y Melibea” es de lo más grande que hayamos editado!
                FERNANDO DE ROJAS.— Precisamente... Me preguntaba si a partir de la siguiente edición podría salir mi nombre como el autor oficial.
                EDITOR.— Verá... Don Fernando. ¿Puedo llamarle Don Fernando? Si ahora saliera su nombre como autor del libro, podrían suceder muchas cosas, ¡ninguna buena! Por ejemplo, podrían pedirle una continuación; y los protagonistas están muertos.
                FERNANDO DE ROJAS.— No es problema, los sobrinos secretos de los protas podrían irse de viaje a las Américas, y allí enfrentarse a una bruja india o algo. En cuatro tardes lo tengo escrito.
                EDITOR.— Lo que yo digo, ninguna buena. También pueden pensar que usted es un aprovechado que renegó de su criatura, pero que en cuanto se hizo famosa bien que la reconoció. No daría buena imagen. Pero lo más grave podría ser que, alegando una errata en la cubierta, ¡me pidieran que les devuelva el dinero de la primera edición!
                FERNANDO DE ROJAS.— ¡Jopetas! ¡Si yo sólo quiero que me dejen de decir marrano por la calle! ¡Prefiero... “genio literario de ascendencia judeoconversa”!
                EDITOR.— Humm... Si quiere que se le relacione con esta obra, le propongo otra idea...


***


ARGUMENTO DEL ACTO SEGUNDO
                Han pasado unos ocho años. Fernando de Rojas se hace el interesante con una tía buena a quien le enseña un ejemplar de las nuevas ediciones, que traen unos versos acrósticos.

                FERNANDO DE ROJAS.— Presta atención, mi reina de Talavera. ¿Qué se lee aquí si mira sólo la inicial de cada verso?
                TÍA BUENA.— ¡Oh, Don Fernando! ¿Fue usted quien escribió “La Celestina”?
                FERNANDO DE ROJAS.— No me cambie el título, querida...


***


ARGUMENTO DEL ACTO TERCERO
                Fernando de Rojas está metido en un caldero en el Infierno, rodeado de diablejos.

                FERNANDO DE ROJAS.— ¿Por qué estoy aquí? ¿Acaso por judaizante?
                DIABLEJO.— No, ¡por usar acrósticos!


FIN DE
«EL CELESTINO»

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