Cuando acabó sus asuntos empezó a llover, cambiando la presión atmosférica de súbito. En esto que encontró en el suelo un pequeño estuche de joyería. Tirado ahí, todo lo señalaba como vacío. No obstante, Pintado se agachó de mala manera para recogerlo: “¡A lo mejor hay dentro un anillo con un pedrolo que no veas, y lo puedo vender y hacerme millonario!”. Sin necesidad de abrir el cofrecillo, le dio un tirón en la columna y volvió a casa despacito, convertido en todo un viejo.
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