miércoles, 9 de marzo de 2011

Ronda de Atocha

En la madrileña Ronda de Atocha, me topé con un establecimiento en cuya pared exterior había una mano gigante, como esperando ser besada. Miré el nombre del local, pero lo que vi al bajar de nuevo la mirada, hizo que lo olvidara: detrás del escaparate, plagado de infinitas y diversas botellas de cristal, dos manos surgían desde la oscuridad para posarse sobre el cuello de una de ellas. Giré la mirada y me marché. Si hubiera seguido mirando, lo olvidaría todo.

2 comentarios:

Javi dijo...

Pues la verdad, acabo de darle vueltas y vueltas y vueltas y vueltas a este texto... y ya lo estoy olvidando, las manos, el escaparate... ¿será por el algohol de las botellas de cristal?

Víctor Pintado dijo...

Al final volví ayer y se me murió el misterio: era una vinacoteca normal.