jueves, 21 de abril de 2011

Oradora

Quizá os sorprenda mi voz de hombre. A vuestros guerreros también les extrañaba. Por un derrumbamiento, era el único varón de mi tribu. Hasta que nos encontrásteis y nos acogísteis. Y de repente me convertí en el bebé. ¡Los bebés érais vosotros, arrastrándoos bajo ídolos ciegos! Mi madre en cambio era sabia: incluso atraía la caza con sus pinturas. La relegásteis durante un tiempo a enterradora.

Os reísteis de mí cuando me negué a marchar de caza con los demás. También cuando regresaron y quise participar en la gran orgía reservada para ellos. Ese cazador que nunca había venido a oír historias de la oradora, ese, quería yacer con mi querida, con aquella compañera de infancia que conocía desde antes del desastre. Era mía. Supongo que mi error fue buscar pelea con el mejor guerrero... No. Mi error fue pensar que sería una pelea justa. Al menos morí como un hombre. Tramposo.

Tramposo. No se asusten por el sonido de mi voz. Ahora escucháis de nuevo la voz de una madre doliente. Una madre que tuvo que enterrar a su propio hijo. Una vieja cuyos cuentos nadie cree. Un cuenco roto. Que sin embargo, alberga dos espíritus.

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